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Este libro rompe un mito que ha acompañado a los Ejercicios de San Ignacio desde sus inicios, en ellos no está presente el Espíritu Santo. José María Lera Monreal nos hace caer en la cuenta de la importancia y el modo sutil en que se hace referencia al Espíritu sin nombrarlo directamente. La Iglesia de Occidente a lo largo de su historia no ha caído en la cuenta de la presencia del Espíritu, y en ocasiones, cuando los católicos lo han hecho, han sido mirados con sospecha y desconfianza. Existen varios motivos para que san Ignacio eludiese las referencias explícitas al Espíritu Santo: evitar el ser acusado de iluminismo, el recelo sobre las corrientes reformistas, la sospecha de la Inquisición. Sin embargo, Lera Monreal incide en el importante lugar que ocupa el Espíritu Santo en el recorrido que hace el ejercitante y nos invita a prestarle la atención que se merece. No solo está presente en todos los momentos en que se hace referencia directa a la Trinidad a lo largo de las cuatro semanas. También se hace presente de forma especial en la cuarta semana y en la Contemplación para alcanzar amor denominado por algunos estudiosos actuales de los Ejercicios como el Pentecostés Ignaciano.
